
Tener los pies en el suelo.
Sentir los pies en la tierra, aunque ésta sea movediza.
Y si tiembla, vete atrás, pero no dejes de pisar.
No te eleves, pues no se puede caminar sobre el agua
_salvo sobre el líquido de tu abstracción más íntima_.
Y el agua no se atrapa con las manos...
El agua no es camino.
No te llaga, ni aúllan de dolor tus pies.
No se resienten tus músculos, no agota tu fuerza.
Caminar por el agua es el misterio de tu fantasía.
No te cansa.
No te ofrece para el abrazo el alivio.
No te da tregua.
Creer lo preciso, para no darte el golpe brusco.
No deseo y no decepción.
Sentarte cada día, a pensar en lo que ves, en lo que han consumido tus ojos.
Sin dejar ir a la imaginación, el deseo, mas allá de lo que tienes.
Vivir el día, de horas que son materia, comer lo que hay en la nevera, lo que te ofrece la tierra; solo beber si tienes sed.
No desear lo que no tendrás.
Equilibrio y voluntad.
Pisar firme el suelo, besarlo, por estar aquí.
Pisando esta tierra, contigo o sin ti, tengo los pies en el suelo.
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